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Johan Calvo, artista con discapacidad: “La pintura es mi terapia y mi ejercicio”

December 13, 2023

Por: Alexandra Ivanova

Nació con una enfermedad que desde la edad muy temprana lo privó de la posibilidad de caminar y movilizarse sin una silla de ruedas, no obstante, encontró una inspiración en la pintura. Él es Johan Calvo, artista generaleño que asegura que las limitaciones físicas no le impiden sentirse realizado y cumplir uno de sus mayores sueños, pintar.

“Nací en la zona de Platanares, pero hace 26 años llegamos a San Isidro de El General. Desde niño me gustaba mucho el dibujo, ya que me mantenía muy entretenido, hasta que di un paso a la pintura hace 10 años”, cuenta el joven que se moviliza en una silla de ruedas, pero da la rienda suelta a su imaginación cuando tiene un pincel en la mano.

La primera pintura de Johan fue posible debido a un encargo que le hizo su hermana en el momento cuando el futuro artista pensó que no se iba a animar a pasar del dibujo a la pintura.

“Mi hermana llegó y me dijo que tenía que pintar, también me ayudó con los materiales. El cuadro fue de una playa de noche y fue la primera pintura que hice”, añadió.

Vivir con las limitaciones de movilidad en una zona rural fue muy difícil, tanto para el joven como para su familia, por lo que tomaron la decisión de trasladarse al centro del cantón.

“En el centro de Pérez Zeledón es más fácil desplazarse en una silla de ruedas. Asistí a la Escuela La Asunción, junto a los compañeros sin discapacidad”, recordó Johan.

Cuando era estudiante, el joven participó en varios concursos de dibujo junto a un compañero que también se sentía atraído por las Artes Plásticas.

“Luego él dejó de dibujar y se dedicó a otra cosa, no obstante, estos son los recuerdos más importantes de los concursos de dibujo en la escuela y colegio”, agregó.

Por el momento, Calvo se dedica a la pintura a tiempo completo y destaca que es totalmente empírico.

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La mayor inspiración, para el joven, son los sentimientos del momento de pintar, por lo que afirma que no tiene algo específico que lo inspire. Sin embargo, resaltó que el deseo de aprender más es su mayor motivación.

“Siempre tengo ganas de mejorar y aprender una técnica distinta, ser más profesional y es lo que más me inspira”, dijo Calvo.

Johan asegura que la pintura es fu fuente de los ingresos, por lo que la gran mayoría de sus pinturas se realizan por encargo. Aun así, confiesa que vivir del arte en Pérez Zeledón no es fácil.

El artista también contó que la mayoría de sus clientes son nacionales y los paisajes y retratos son los cuadros más solicitados, aunque algunas personas también piden los retratos de sus mascotas.

Conozca el trabajo de Johan Calvo AQUÍ

A pesar de lo difícil que es ser un artista con discapacidad, Johan aconseja a otras personas con la condición similar que no se rindan.

“El mensaje que quisiera llevar a las personas con discapacidad, es que no se rindan pues hay que echarle ganas. En esta vida uno no puede darse por menos, siempre hay una forma de salir adelante y lo más importante es encontrarla”, expresó.

Ni siquiera en los momentos más difíciles el artista no ha pensado dejar de pintar. “Para mí, es una terapia y un ejercicio, por lo que no puedo estar sin esto”, finalizó.

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A sentir la música

May 31, 2023

Los Duques, cuatro no videntes salen adelante con grupo musical

Por: Alexandra Ivanova

La enfermedad congénita por la cual los tres hermanos Castro Montero perdieron la vista, no ha sido un obstáculo para que pudieran cumplir algunos de sus sueños. Tampoco lo ha sido para su compañero Jorge Acuña. La música les ha servido de mucha ayuda para salir adelante y sentirse realizados.

Con ganas de llevar un mensaje de motivación a otras personas no videntes, crearon un grupo musical que fue bautizado como Los Duques.

Unidos por la sangre, música y problema de la vista

Para el vocalista del conjunto, José Francisco, la música significa todo, según lo confesó el artista.

“Los tres hermanos tenemos una enfermedad que nos hizo perder la vista. Desde hace 7 años estoy ciego. La sociedad ha sido muy discriminatoria con las personas no videntes, por lo que no ha sido fácil integrarme en la vida norma después de que había perdido completamente la vista. No obstante, la música me ayuda a sentirme realizado”, dijo Castro.

Don José Francisco añadió que se desplaza por las calles de la ciudad con la ayuda de un bastón; además, una hermana lo acompaña en muchas ocasiones.

Por su lado, su hermano Alberto dijo que casi no ve desde la edad muy temprana y destacó que él es el fundador del conjunto musical Los Duques.

“La idea surgió porque mi papá también era músico. Por ello, mis hermanos y yo propusimos trabajar con él y nos estamos dedicando a la música desde hace más de 30 años”, dijo don Alberto y agregó que su ceguera es parcial, por lo que se puede atender él mismo.

El fundador de la agrupación agregó que él y sus hermanos buscaron más integrantes para el grupo, tomando en cuenta el factor de la discapacidad audiovisual.

“Todos los compañeros que en diferentes momentos tocaron con nosotros, también son no videntes”, destacó.

Don Alberto agregó que toca guitarra y batería, entre otros instrumentos. En cuanto al repertorio, indicó que tocan bolero, bachata, corridos y rancheros.

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Por su lado, el tercer hermano, Fernando Castro Montero, dijo que se siente muy bien cuanto tiene la posibilidad de tocar y realizar presentaciones ante el público.

“La música es la vida de nosotros. Tengo ceguera parcial desde que nací y los tres hermanos tenemos la misma condición”, dijo el artista.

Lo más difícil es caminar solo por la calle, confiesa artista

Mientras tanto, Jorge Acuña Vázquez se integró a la agrupación fundada por los hermanos Castro Montero desde hace varios años.

“Generalmente, estamos como un trío porque uno de los hermanos, Francisco, no participa en todas las presentaciones, pero también tenemos otro compañero que a veces se nos une, es el profesor pensionado, Otto Padilla”, dijo el músico.

Don Jorge, comentó que es oriundo del cantón generaleño y nació con el problema de la vista provocado por la toxoplasmosis.

“Cuando llegué a la agrupación, ya fue un conjunto consolidado, el trío estaba integrado por Alberto, Fernando y su papá. Yo ingresé como acordeonista y así formamos el cuarteto. Después de que el padre de los hermanos Castro falleció, quedamos como un trío y a veces Francisco canta con nosotros”, contó Acuña.

Durante las presentaciones los músicos cuentan con la ayuda de los asistentes. “Hoy en día tenemos la dicha de contar con los asistentes. También recibí una capacitación del Instituto Hellen Keller y de la Escuela Fernando Centeno Güell, para atender mis necesidades como no vidente”, agregó don Jorge.

Para Acuña, el acordeón está en la lista de los instrumentos que les gustan, ya que se siente atraído por los teclados, pero también le llama la atención la trompeta.

Los integrantes de la agrupación dijeron que cuentan con la pensión no contributiva de la Caja Costarricense de Seguro Social y también participan en diferentes eventos privados, entre ellos, serenatas y eventos sociales, para generar los recursos económicos.

A criterio del artista especial, después de la aprobación de la Ley 7600, Pérez Zeledón se ha ido convirtiendo en un cantón más cómodo para las personas no videntes, sin embargo, aún hay mucho en que trabajar.

“Lo más difícil para mí como una persona no vidente fue comenzar a caminar solo, porque una persona con esta condición necesita una preparación para ello, lo mismo que superar todo el nerviosismo que se puede enfrentar en la calle”, concluyó.

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Solidaridad en acción

May 26, 2023

Aníbal Madrigal comparte historia de salir adelante gracias a una mano amiga

Por Alexandra Ivanova

Quedarse desempleado con más de 50 años de edad, tener que luchar por dar el sustento a su familia y hacer frente a las deudas, estas pruebas de la vida fueron superadas por don Aníbal Madrigal Fallas. Gracias a la ayuda de las personas que le extendieron la mano en los tiempos difíciles, el generaleño logró salir adelante y comparte su historia con la Revista Pasacalles. 

Con su camisa de manga larga y un sombrero, don Aníbal llega todos los días al centro de la ciudad, donde vende lotería en uno de los puestos cerca del Mercado Municipal.

“Nací en un pueblito muy pequeño, en Herradura de Pérez Zeledón. Nací en 1952. Fuimos 14 hermanos. Mis padres fueron Ventura Madrigal Hernández y Abigaíl Fallas Madrigal. Nuestra familia proviene de la zona de Los Santos, pero viví en Pérez Zeledón durante toda mi vida”, contó Madrigal.

Para don Aníbal, uno de los recuerdos de su infancia es el patio de gallinas que tenía su mamá.

“Había que echar a las gallinas una media cajuela de maíz. Nosotros los niños, siempre esperábamos que llegara un temporal, porque en los tiempos de lluvia mi mamá preparaba una sopa de tres o cuatro pollos y nosotros los niños nos sentíamos muy felices”, recordó.

 

Sobreviviente de poliomielitis

En 1955 una epidemia de poliomielitis llegó al cantón. Aníbal fue uno de los niños que sufrió de la enfermedad que puso su vida y su futuro en peligro.

“Gracias a mis padres que se preocupaban mucho por mí, me llevaron al hospital que en aquel entonces fue una clínica. El doctor dijo que era una gripe cualquiera, sin embargo, mi papá quedó con duda y me llevaron a San José, donde me atendieron en el Hospital San Juan de Dios. Estuve internado ahí y luego me pasaron a la rehabilitación a una clínica que estaba ubicada en Santa Ana.  Pasé varios años luchando contra las consecuencias de la enfermedad. Siempre quedé un poco renco, pero pude tener la vida normal. Sin embargo, ya no podía trabajar en el campo, porque era muy difícil para mí”, comentó.

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Por ello, decidió ir a vivir al centro de Pérez Zeledón. Madrigal asegura que sufrió mucho, ya que no podía conseguir trabajo, hasta que un conocido le ofreció que le ayudara a repartir pan.

“Me estaban pagando solo con la comida, pero, aun así, estaba muy agradecido”, resaltó.

La nueva etapa en la vida del joven, empezó después de haber conversado con Saúl Hernández, el propietario del Almacén El 5 Menos.

“Dije que quería trabajar en algo y don Saúl fue muy generoso conmigo. Luego fui para el otro almacén, donde hablé con don Mauro Zúñiga. Me preguntó qué sabía hacer y dije que yo era de campo, pero estaba dispuesto a aprender un nuevo oficio. En aquel entonces, era uno de los almacenes más grandes del cantón. Doña Flora Méndez, la esposa de don Mauro, también me recibió muy bien. Me vieron como una persona honesta y trabajadora. Me trataban muy bien, inclusive me daban el almuerzo. Por mi parte, yo hacía mucho trabajo adicional, así como lavar los carros y ventanas”, contó Madrigal.

En aquellos tiempos, el almacén donde trabajó don Aníbal, servía como un centro de abastecimiento para las pulperías del cantón. No obstante, cuando pasó a la administración de uno de los hijos del propietario, el dueño del negocio se enfermó, por lo que delegó la administración del almacén a los trabajadores.

“Me asustó esta propuesta, ya que el negocio era grande y fue una gran responsabilidad, pero le dijimos que lo aceptábamos y nos hicimos cargo de la administración. En aquel entonces, toda la contabilidad se tenía que realizar a mano”, recordó.

Posteriormente, Madrigal ocupó el puesto del administrador de la empresa y también fue el encargado de los recursos humanos.

“Tenía que trabajar con 36 empleados. Sentía que no tenía capacidad para ello, pero asumí el cargo. Tenía un cuaderno donde registraba los datos de los empleados”, añadió.

Ejemplo de solidaridad

Los tiempos difíciles empezaron cuando la empresa sufrió una crisis económica y se cerró. Don Aníbal recuerda que tuvo que empezar de cero y volvió a visitar diferentes locales para pedir trabajo.

“Fui a varias empresas, entre ellas, CoopeAgri R.L. y la Ferretería Rodríguez. Dejé mi currículum en varios lugares, pero no podía encontrar trabajo pues en aquel entonces, ya tenía más de 50 años de edad. No obstante, tenía que pagar mis deudas y sacar adelante mi familia. Fui a conversar con mis antiguos patronos y les conté que estaba en peligro de perder mi propiedad y me estaban ayudando durante dos años, por lo que les agradezco mucho”, confesó don Aníbal.

En aquel momento, Madrigal ya estaba casado con doña Flor Hidalgo Solano y tenía 5 hijos. “Gracias a Dios, les pude dar el estudio y me siento muy feliz con mi familia. Mis hijos estudiaron en la Escuela Pedro Pérez y luego en el Liceo UNESCO y en el Colegio La Asunción”, agregó.

Hoy en día, don Aníbal vive en Barrio Santa Cecilia y cuenta con una pensión, también logró conservar su propiedad y no tiene deudas. No obstante, todos los días llega al centro de la ciudad, donde tiene un puesto de venta de lotería.

“Lo estoy haciendo porque me gusta trabajar, estar rodeado de muchas personas y conversar con mis amigos, lo mismo que hacer nuevas amistades. Esto es vida para mí”, destacó.

Una de las aficiones de don Aníbal, es tener una buena presentación y andar con un sombrero grande.

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“Me gusta vestirme de camisas de manga larga, para protegerme del sol, ya que la salud es muy importante. Soy muy creyente en Dios, no tomo, no fumo y tampoco me gusta trasnochar. Me considero un buen esposo y una persona responsable”, comentó.

Como una de las anécdotas, Madrigal recordó que los propietarios del edificio donde se ubicaba el almacén donde él laboró durante tantos años, le dieron permiso para entrar al edificio a cualquier hora y también se lo dan los inquilinos actuales del inmueble, por lo que les visita con mucha frecuencia.

Hace un año don Aníbal tuvo que hacer frente a otra prueba de la vida, el cáncer de próstata. Sin embargo, se ha logrado recuperar con la ayuda de los médicos y la familia. A sus 71 años de edad, se siente muy feliz y realizado, resaltando que no tiene nada que reclamarle a Dios, ya que cumplió la misión con que llegó al mundo.

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"Pocha El Zapatero": una historia de superación gracias a educación financiera

April 27, 2023

Por Alexandra Ivanova

“Mi papá nos sacó adelante gracias a su sabiduría y gran educación financiera”, recuerda la hija del reparador de calzado.

Mientras que muchas personas que cuentan con los estudios universitarios y gozan de salarios altos viven sumergidas en deudas, un descendiente de la familia campesina, que no tuvo la oportunidad de estudiar en el colegio, ha logrado no solo sacar adelante a su familia, sino también cumplir sus sueños y disfrutar de su gran pasión, la pesca.

Gracias a su capacidad innata de administrar las finanzas, don Edwin Molina Díaz, conocido como “Pocha El Zapatero”, dejo unas grandes enseñanzas a sus hijos y nietos. Después de su partida de este mundo, su hija, Maribel Molina Cervantes, nos comparte su historia.

Trasladarse a una pequeña y humilde casita, donde no había agua ni electricidad después de vivir en un lugar que tenía estas comodidades, fue uno de los malos recuerdos de la infancia para Maribel Molina Cervantes. No obstante, con el transcurso de los años, la joven supo valorar el sacrificio que hizo su padre, Edwin Molina Díaz, para poder dar a su familia lo mejor que estaba dentro de su alcance, inclusive la posibilidad de vivir bajo un techo propio.

“Soy la tercera hija de Edwin Molina y Emilia Cervantes. Mis padres tuvieron 6 hijos, Karen, Dennis, Maribel o mi persona, Diego, Wendy y David que fue el último. Mi hermano menor nació cuando mi papá tenía más de 40 años de edad pues como dicen, este fue un gol”, dice Maribel con una sonrisa.

Recordó a su padre como un hombre muy humilde y trabajador, que se dedicó a varios oficios, entre ellos, trabajó en el campo y fue taxista, antes de emprender un pequeño negocio de la reparación de calzado en el centro de San Isidro de El General.

“Mi papá vivía en La Ceniza y a veces, con duras penas tenía para la comida. Trabajaba en el campo, donde manejó un chapulín. Tenía largas jornadas, pero se veía poco dinero. No obstante, nunca pasábamos hambre y siempre hubo un plato de comida en nuestra casa,” comentó Maribel.

A pesar de los escasos recursos que tenía, la capacidad innata de ahorrar le permitió a don Edwin a comprar un carro y empezar a prestar el servicio de taxi.

“Fui la más consentida de la familia. Todos los días mi papá me daba una vuelta en el carro, antes de irse a trabajar y yo me ponía a llorar cuando me bajaba. En aquel entonces no teníamos casa propia, es decir, andábamos rodando. Luego llegamos a Pavones, donde vivíamos en una casa rosadita muy pequeña que estaba en un potrero y donde se abría la puerta y se veía la cama”, recordó.

Durante su próxima etapa de la vida, la familia Molina Cervantes se trasladó a vivir en otra casa en el mismo barrio.

“Luego nos pasamos a vivir a una casa verde, era muy bonita y tenía árboles de guayaba. Mi papá siempre anhelaba tener la casa propia. Sacó el sexto grado y no fue al colegio por motivos económicos, pero Dios le dio una gran sabiduría y una educación financiera. La aprendí de él. Siempre pasaba ahorrando, aunque no ganaba mucho”, añadió Molina.

A costa de mucho sacrificio, don Edwin logró comprar un terreno en Lomas de Cocorí, cuando ahí solo había calles de tierra y trillos. El lote no contaba con el servicio de la luz, tampoco llegaban los autobuses ahí, pero para la familia Molina Cervantes, era un sueño cumplido de tener su propio hogar.

“Llegamos a vivir a una casita de un zócalo de madera, pero era propia. Mi papá empezó a pagarla por partes. Tenía un lote de 1500 metros cuadrados y se sacaba el agua del pozo. En aquel entonces, yo sufrí mucho de tener que pasar a estas condiciones después de vivir en una casa alquilada que tenía más comodidades. Cuando uno es pequeño, no entiende que es vivir en algo propio”, expresó Maribel.

La familia de don Edwin fue una de las primeras en el barrio que tuvieron la televisión. Para poder verla, compraron una batería del carro que había que llevar a cargar.

“Es algo que las nuevas generaciones no van a entender. En aquellos tiempos la casa se llenaba de todos los chiquillos del barrio, llegaban a ver El Chavo del Ocho y otros programas”, sonríe la hija del zapatero.

Con más ahorros, don Edwin logró ampliar el lote. Luego el servicio de bus llegó a la comunidad.

“Este barrio fue uno de los primeros que tuvo las calles asfaltados. Mi papá tuvo una gran visión y empezó a trabajar como zapatero, en un local ubicado en el centro de la ciudad generaleña, donde estaba el antiguo bar La Cascada pues ahí hubo varios zapateros más. Luego se trasladó hacia arriba, al sector de la antigua Estación de Bomberos; también trabajó frente al Periódico IMPACTO”, comentó.

Un gran “pulseador”, así Maribel recuerda a su padre. No obstante, también tenía sus pasatiempos. Uno de ellos fue la crianza de los gallos, pero su gran pasión fue la pesca.

“Cuando yo era niña, a mi papá le gustaban los gallos pues en aquel entonces estaba permitido. Todos les dábamos de comer y a veces vivían mejor que uno, ya que comían remolacha, huevo duro, zanahoria y alimento y estaban muy aseados”, cuenta Molina.

Cuando nacieron los hermanos menores de Maribel, la familia encontró otra manera de generar los recursos adicionales para la familia y empezó a criar cerdos para la Navidad. “Empezamos a criar los chancitos, porque el que no trabajaba, no tenía aguinaldo. Les dábamos pasto y sobros de comida. Llegamos a tener hasta 10 chanchos y fue una gran ayuda. Para la Navidad siempre nos compraban juguetes”, añadió.

Tanto Maribel como sus hermanos terminaron sus estudios de primaria y algunos decidieron seguir estudiando.

“Algunos de nosotros quisieron estudiar más, otros no, pero todos hemos crecido las personas de bien. Todos tienen su trabajito propio y mi papá estuvo muy orgulloso de nosotros. Luego empezaron a llegar los nietos y fue un abuelo muy amoroso y cariñoso. Sufría con todos cuando alguien tenía un problema. Con el tiempo la familia creció mucho y nos seguimos reuniendo en la casa, ya que todavía lo sentimos con nosotros”, confesó la hija de don Edwin.

Según los recuerdos de su hija, “Pocha El Zapatero” fue aficionado de la Liga Deportiva Alajuelense, sin embargo, dijo que hubiera sido feliz de ver a Cartago llegar a ser Campeón Nacional.

“Papá fue de la cédula 3 de Cartago y ahora estuviera muy contento. Su otro pasatiempo era pescar, por lo que se compró un bote y, junto a un amigo, compraron un pedacito de una isla y ahí pasaban pescando. Mi hermano Dennis se fue para los Estados Unidos y heredó esta pasión de mi papá, lo mismo que mi otro hermano, Diego”, concluyó.

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ZEWS: 20 años de llevar el “sello generaleño” a través de Internet

July 01, 2022

Por: Redacción

“Quedarse” un año en el colegio llevó a Fabián Vargas a encontrar su vocación y convertirse en el pionero de los medios digitales en Pérez Zeledón, quien celebra el aniversario de su empresa este año.


La agencia digital ZEWS Web cumple este mes de mayo 20 años de asesorar empresas en temas como desarrollo de sitios web, redes sociales, estrategias de marketing de contenidos y transformación digital, llevando el “sello generaleño” fuera de nuestras fronteras.

Esta compañía que nació en Pérez Zeledón tiene hoy oficinas en nuestro cantón, en Panamá y en el estado de Georgia, y maneja un portafolio de decenas de clientes en 10 países, incluyendo Canadá, Estados Unidos, México, Uruguay, España y Centroamérica.

“De algo malo sale algo bueno”, o una vocación encontrada por casualidad

La trayectoria de ZEWS está estrechamente relacionada con la historia personal de Fabián Vargas, su fundador.

Sin embargo, ser ingeniero en sistemas o especialista en tecnologías digitales no fue su sueño de la infancia.

“Empecé a estudiar informática por casualidad, por rebote. Primero estudiaba contabilidad en el Colegio Técnico Profesional San Isidro y me quedé, pero bien quedado (sonríe). Fue en 1991, pero el año siguiente, una orientadora que aprecio mucho, doña Rosa Suárez, me dijo que abrieron una nueva carrera, fue informática y quedaba un campo. También dijo que esta carrera tenía futuro y así empecé a estudiar informática”, confesó Vargas.

En aquel entonces, recuerda Fabián, la Informática era considerada una carrera de los “nerds” o de “inteligentes”, pero el joven no encajaba en este perfil, ya que tuvo que repetir un año. No obstante, sintió una gran curiosidad y el interés por la nueva carrera.

“Quizá porque yo soy tan distraído, el razonamiento lógico y las diferentes formas de resolver un problema, la necesidad de sentarse y analizarlas me llamó la atención, ya que, en la contabilidad, si uno no lo hacía de cierta forma, le salía mal. Pero en la programación se puede encontrar muchas soluciones al mismo problema”, explicó.

Aun así, en aquel entonces, el joven no se imaginaba que algún día llegará a vivir de este oficio y tendrá un negocio propio.

“Tenía ganas de trabajar en esto, pero crear una empresa y dar empleo en varios países no estaba dentro de mis planes. Ni siquiera pensé en un negocio propio. Sin embargo, la carrera me gustaba mucho y, después de haberme graduado, ya estaba estudiando ingeniería en sistemas. Tras una mala experiencia encontré mi vocación, por lo que siempre digo que de algo malo sale algo bueno”, comentó.

Según Vargas, ser ingeniero en sistemas en el tiempo de su graduación era muy diferente, ya que hoy en día las tecnologías se van cambiando muy rápidamente, por lo que es necesario mantenerse siempre actualizado.

“Quiero hacer muchas cosas, entre ellas, viajar. Pero me siento muy agradecido con lo que tengo ahora. Si me pongo a pensar, se me ocurre una u otra cosa pues siempre hay que aprender y a donde ir”, agregó.

El emprendedor generaleño asegura que se siente muy conforme con su vida, aunque siempre busca avanzar.

“No soy conformista pero conforme en el buen sentido de la palabra. Sé que puedo estar mejor mañana y voy a intentar hacerlo, pero no es una obsesión a costa de lo que sea”, precisó Vargas.

También resalta que se siente muy satisfecho con su vida y está feliz al lado de su esposa y dos hijos.

“Esto me llena mucho, más el hecho de saber que todos tenemos salud. Estoy muy contento con lo que soy y lo que tengo y trataré de estar mejor mañana”, expresó.

Un visionario que empezó con nada

Mientras él estudiaba Ingeniería en Sistemas en San José y trabajaba desde la sala de la casa de su abuelita en Curridabat creó una plataforma que se llamó PEZETEROSCR.COM donde, en sus horas libres (muchas veces en la madrugada), subía fotografías del cantón que quienes estaban fuera del país apreciaban muchísimo.

Con ese proyecto, ganó el Premio de la Editorial OX de España en la categoría de Humanidades, y decidió fundar la plataforma PérezZeledón.Net que llegó a ser uno de los medios de comunicación más importantes a nivel local. Al principio, él mismo tomaba las fotos y escribía las notas.

 

Nadie le tenía fe a Internet

Así decidió regresar a su terruño en 2003. El objetivo de Fabián era vender espacios publicitarios en ese dominio, pero ese modelo de negocio no sería tan fácil de posicionar.

 “No había mucha gente que le tuviera fe a esto de Internet. Decían que era una pérdida de tiempo, una vagabundería, que no era un trabajo de verdad. Gracias a Dios, hice oídos sordos”, afirma él.

“Los primeros dos años fueron los más duros. No había proyectos, no había trabajo, hacía todo por vocación y porque tenía la firme convicción de que, algún día, las cosas serían diferentes… Poco a poco empezó a llegar trabajo… Empezamos a sumar personas al equipo pues ya la demanda era un poco más alta. En noviembre del 2005 empezamos por fin a alquilar instalaciones. En diciembre de ese mismo año me casé, y mi esposa Gabriela ha sido mi socia desde entonces”, añadió.

Fue así como poco a poco se fue consolidando un equipo y de la mano con PérezZeledón.net nació ZEWS, la agencia que desde 2013 cuenta con sus propias oficinas en Barrio El Hoyón, desde 2015 en Georgia, USA, y desde 2017 en Chiriquí, Panamá. 

ZEWS brinda servicios tan diversos como instalación de chatbots; video y fotografía profesional; creación, rediseño y mantenimiento de sitios web; pero su especialidad es la realización de estrategias de posicionamiento orgánico en buscadores (conocidas en inglés como SEO) que ayudan a empresas a visibilizar su sitio web y encontrar clientes en Internet.

“Para nosotros ser de Pérez Zeledón es una fortaleza; tenemos muy arraigados los valores generaleños del trabajo honesto, el esfuerzo, y la ética. Eso es parte fundamental de la receta que nos ha traído éxito, realización y sentido de propósito en nuestro trabajo diario y en la relación con nuestros clientes hasta el día de hoy”, aseguró Fabián Vargas, gerente de ZEWS.

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De brazo torcido a ring de boxeo

September 24, 2021

Marcelino Machado Rutinelli, deportista y quiropráctico natural, cuenta su historia

Por: Alexandra Ivanova

En lugar de traer limitaciones a su vida, una caída de una escalera le sirvió de impulso para superar las secuelas de la lesión y construir su futuro como boxeador y entrenador de boxeo. Además, le ayudó a descubrir las habilidades que, posteriormente, ayudaron a muchas personas. Con sus 85 años de edad, Marcelino Machado Rutinelli, conocido como “Machado”, asegura que está agradecido con Dios por haberle dado fuerzas para enfrentar todos los retos que se habían presentado en su vida.

Nació en Cuba y salió del país cuando era niño, junto a su familia que se radicó en Panamá. Según cuenta don Marcelino, su historia deportiva empezó cuando vivía en el país canalero junto a sus padres y hermanos.

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Desde adolescente, Machado sintió una gran pasión por el deporte, sobre todo, por el boxeo y empezó a entrenar pensando en una posibilidad de convertirse en un boxeador profesional en el futuro.

“Cuando estaba en la escuela, andaba peleando mucho, por lo que mi padre me dijo que fuera al gimnasio. Cuando tenía 12 años de edad, empecé a entrenar”, comentó.

No obstante, un accidente puso su sueño en peligro. “Estuve en el tercer grado de la escuela, cunado un compañero me empujó mientras iba en bicicleta. Caí y lesioné el brazo derecho. El brazo quedó guindando y después de que anduve con las vendas durante un tiempo, quedó torcido. A mis padres les dijeron que mi brazo no iba a recuperar todas sus funciones y que no podía entrenar más”, recordó Machado.

A pesar de lo sucedido, el niño decidió ser perseverante y superar las consecuencias de la lesión.

“Me levantaba en la mañana, agarraba una piedra y comenzaba a doblar la mano derecha. Estuve haciendo ejercicios solo. Así logré recuperar la movilidad del brazo, volví a los entrenamientos de boxeo y luego fui boxeador profesional en Panamá”, añadió.

El ex deportista dijo que llegó a Costa Rica en el año 1973, cuando había sido contratado como instructor de boxeo en Cuidad Neilly, después de recibir la invitación de Alberto “Beto” Alpízar.

“En aquel entonces me mandaron unos 40 dólares para ayudarme a llegar a Costa Rica. Llegué a entrenar a un boxeador, conocido como “Cholo” Alpízar, el sobrino de Beto Alpízar y que tenía que ir a pelear a Perú. En el año 1974 llegué a Pérez Zeledón y quedé viviendo aquí”, agregó.

Masajista empírico

Después de haber llegado a Costa Rica, don Marcelino descubrió sus habilidades de masajista. “Me decían que tenía un don de Dios, así decidí usar mi propia experiencia para ayudar a otras personas. Así me convertí en quiropráctico y masajista empírico”, dijo Machado.

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El masajista recordó que en aquel entonces entrenaba a los jóvenes boxeadores en el Estadio, porque aún no había Polideportivo.

“Cuando yo llegué a San Isidro de El General, aquí había muchas casas de madera, mucha montaña y muchas cantinas. Entrenaba en el Estadio, debajo de las gradas de madera y de ahí salían boxeadores que después fueron campeones nacionales”, agregó Machado.

Mientras los atletas descubrían su capacidad de masajista, don Marcelino se empezó a dar a conocer en todo el cantón.

“Cuando falleció Luciano Agüero, masajista del equipo de fútbol La Generaleña, empecé a dar masajes a los jugadores y me quedé con este equipo. Después me llamaron de Pérez Zeledón y trabajé como masajista y quiropráctico con ellos”, añadió.

Machado dijo que hasta el momento cuenta con una gran cantidad de clientes y, a sus 85 años de edad, se siente realizado y agradecido con las personas que confían en sus habilidades.

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“Atiendo a las personas que me llaman de diferentes comunidades de todo el cantón. Me siento muy bien, porque la pandemia no me ha afectado mucho y ya estoy vacunado”, destacó.

Después de muchos años, don Marcelino pudo visitar el país que lo vio nacer, después de haber recibido la invitación de la ministra de Deportes y Educación Física de Cuba.

“Volví a Cuba en el año 1990 y luego en el 1998. Me siento muy bien en Costa Rica, pero sé que Cuba está atravesando una situación muy difícil. Ahí siempre ha habido mucha pobreza y me duele mucho a ver a tantas personas sufrir”, dijo el ex deportista.

Asegura que nunca quiso dejar el deporte

Don Marcelino comentó que, a pesar de llegar entrenar una gran cantidad de atletas, entre ellos, los 7 boxeadores que fueron parte de la Selección Nacional de Costa Rica en los años 80, su camino en este ámbito no ha sido fácil. Sin embargo, asegura que nunca pensó en abandonar el boxeo.

“Es un amor que tengo y no tengo preferencia para nadie, trabajo con hombres, mujeres y niños, también con adultos mayores que deseen practicar boxeo. Trabajé con una persona que incursionó en el boxeo a los 45 años de edad”, agregó el entrenador.

Durante 25 años Machado trabajó con el Comité Cantonal de Deportes y Recreación de Pérez Zeledón.

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“Salí del Comité, debido a los desacuerdos que se habían presentado. No obstante, seguí entrenando. Antes de la pandemia estaba trabajando con 14 personas de 13 a 25 años de edad y los estaba entrenando en un gimnasio privado. Ahora no entreno, debido a la pandemia, pero vivo muy tranquilo y siempre voy al mercado para saludar a muchas personas. Antes vivía con mis hijastros, pero ya hicieron su vida”, comentó.

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En los tiempos de pandemia, don Marcelino asegura que confía en Dios, no obstante, hace un llamado a las personas a cuidarse y a cuidar a sus familiares.

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Tragedias de un campesino

February 05, 2021

Generaleño sobrevivió al cáncer y accidentes para contarlo en un libro

 Por: Alexandra Ivanova

Quedarse vivo después de ser arrastrado por una avalancha de árboles caído. A solo 18 años de edad escuchar un diagnóstico que para muchas personas sigue siendo el sinónimo de la muerte. Sobrevivir milagrosamente a varios accidentes y vivir un asalto. Pareciera demasiado para una sola persona, pero la vida de Evelio Flores Montoya tuvo todas estas colisiones.

No obstante, logró movilizar sus fuerzas internas para seguir adelante y cumplir su sueño de escribir un libro, donde nos cuenta su historia.

Entre trillos y montañas, en un pueblo alejado del centro del cantón de Pérez Zeledón, Evelio Flores Montoya llegó al mundo en el año 1966. Nació en Chontales de Barú, Pérez Zeledón, en una familia campesina y desde muy temprana edad aprendió a trabajar la tierra para sobrevivir.

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“El principal trabajo en estos lugares siempre fue en el campo, labrando terrenos de grandes finqueros. El negocio más cercano, estaba a tres horas de camino, donde un gran parte solo se pasaba a pie. Soy hijo de padres muy valientes, aun así, vivíamos en condición de pobreza extrema, sin ninguna comodidad para salir adelante”, recordó Flores.

Cuando tenía 17 años de edad, sufrió el primer accidente grave. Una avalancha de árboles caídos lo arrastró y lo llevó a una peña.

“Tuve una lesión grave en una pierna, donde unas 7 o 8 pulgadas quedaron sin carne. Estuve internado en el Hospital San Juan de Dios durante 4 meses. Pero cuando me recuperé después del accidente, la vida me puso en prueba nuevamente”, contó don Evelio.

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En el año 1983 a Flores le detectaron el sarcoma de Ewing. Según los médicos, es uno de los tumores malignos más agresivos.

“Tenía solo 18 años de edad. Primero me hicieron biopsia y luego me trataron con cobalto y con quimioterapia. En aquellos tiempos, para muchas personas, el cáncer fue sinónimo de muerte. El médico me dijo que, si no fuera tratado, la enfermedad hubiera afectado otros órganos pues había que tomar medidas ya o ya”, comentó.  

Para Evelio, lo más difícil fue ver las personas jóvenes morir en el mismo salón del hospital.  Además, su organismo tuvo una reacción muy fuerte a la quimioterapia.

“Los médicos realizaron una reunión y me pronosticaron unos 5 años de vida, lo mismo que a otras personas que estaban ahí. Imagínese, este pronóstico fue terrible”, expresó.

Luego Flores recibió el tratamiento en la Clínica del Dolor, ya que sufría dolores muy fuertes y hasta pedía que le amputaran la pierna, sin embargo, los galenos lo valoraron y decidieron no hacerlo.

“Decía que la pierna no me servía para nada, que solo era para sufrir, y la unidad de cuidados paliativos, para mí era un lugar adonde las personas llegaban para morir, ya que fueron tratadas con morfina y otros medicamentos fuertes. Por ello, decidí abandonar el tratamiento”, confesó don Evelio.

Flores decidió no volver más al centro médico, ya que estaba seguro que no podía aguantar más un tratamiento tan difícil.

Dentro de un tiempo el joven estaba jugando fútbol y sufrió una fractura en la misma pierna donde estaba el tumor, por lo que tuvo que volver al hospital. Le realizaron la biopsia nuevamente y no se detectaron células malignas.

Discutiendo con la muerte

Después de abandonar el tratamiento, Flores comenzó a reincorporarse en la vida normal. No obstante, en el transcurso de su vida enfrentó varias situaciones que califica como “estar al borde de la muerte”.

“Tuve varios accidentes y también, fui asaltado y tuve que fingir la muerte para sobrevivir. Tenía unas piezas de titanio incrustadas en el hueso y cuando me golpearon, me fracturaron la misma pierna del tumor. Me mandaron otra vez al Hospital San Juan de Dios y dijeron que me tenían que operar. Debido a los tratamientos, el muslo se seca, por lo que no me quería operar y me hicieron firmar una nota de que no aceptaba la operación”, recordó.

Dentro de unos 4 años los médicos le dijeron a Flores  que esta decisión fue la mejor que se podía haber tomado.

A pesar de sus problemas de salud, don Evelio pasó muchos años trabajando en el campo y también, laboró en una empresa bananera. En sus ratos libres, el fútbol era su gran pasión. Por ello, se acostumbró a esconder las secuelas de la enfermedad y las lesiones, para que no lo excluyeran del equipo.

“Después del tratamiento, volví a las canchas abiertas dentro de unos 3 años. Cuando vivía en Limón, salíamos de trabajar e íbamos a entrenar. En el salón comunal había un muro muy alto y me quedaba rebotando el balón en la pared. A veces sentía la pierna como si estuviera dormida y el tobillo perdía la flexibilidad, pero siempre practiqué mucho deporte”, añadió.

Dentro del equipo, don Evelio se desempeñaba como portero, por lo que usaba las medias altas que le ayudaban a esconder las cicatrices.

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“Trataba de no mostrar la pierna y tenía que ingeniar algo para ocultar las deficiencias físicas pues no quería que me sacaran del equipo”, destacó.

Libro se hace realidad en pandemia

A pesar de las dificultades económicas que ha tenido que enfrentar durante la pandemia, don Evelio aprovechó el tiempo libre para concretar un sueño que tenía durante los últimos 5 años. Así nació el libro denominado “Tragedias de un campesino”, donde Flores comparte su experiencia.

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“Durante 6 años tenía un puesto de venta de churros y algodón de azúcar, junto a otro compañero.  Participamos en diferentes ferias, negociando con las iglesias y las asociaciones de desarrollo. Pero con la llegada de la pandemia, tuvimos que suspender esta actividad. Sin embargo, la pandemia me dio el tiempo necesario para escribir el libro. Para mí, es una historia que pocas personas han vivido”, resaltó.

Para empezar, don Evelio escribió el libro a mano. Luego dos de sus sobrinos le ayudaron a digitarlo. Después lo imprimió y contactó al comunicador Tony Méndez, a quien conocía desde hace mucho tiempo.

“Tony Méndez me dirigió al escritor Luis Enrique Arce, quien vio las primeras páginas y dijo que este proyecto era muy bonito, pero no podía ser comercial.

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Empecé a recaudar fondos poquito a poco y, para empezar, conté con el apoyo de un hermano y una hermana. Después pedí colaboraciones a algunos de mis amigos y luego los puse como colaboradores. De esta forma, muchas personas me ayudaron. Para mí, escribir no me cuesta mucho, la parte financiera fue la más difícil, pero lo logré con la ayuda de muchas personas”, comentó.

Don Evelio vende el libro en la Feria del Productor Generaleño, lo mismo que en la Farmacia Maré, Trincheras y en algunos locales en San José.

Uno de los objetivos de su testimonio, también es instar a las personas a ser donadores de sangre.

“Fui tratado con quimioterapia, por lo que no puedo ser donador de sangre, aunque siempre quería hacerlo. Por ello, trato de hacer un llamado a las personas a que lo hagan”, agregó.

Don Evelio, también contó que, para ganarse la vida, trabajó en negocios propios, alquiló algunos locales comerciales y hacía artesanía.

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“Hace 4 años empecé a hacer artesanía cuando estaba lloviendo mucho y después llegué con mis productos a la Expo PZ. Con la pandemia se suspendieron varios proyectos, pero siempre tengo mi equipo para preparar churros y algodón de azúcar en la casa y trabajo por pedidos”, añadió don Evelio.

Flores, también tiene una huerta para el consumo familiar donde siembra culantro, rábano, maíz y frijoles.

A sus 54 años de edad, don Evelio cuenta con una pensión por invalidez de Caja Costarricense de Seguro Social, de régimen no contributivo y vive en San Isidro de El General, acompañado de su padre.

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Pueblos fantasma de Pérez Zeledón

June 11, 2020

Un reportaje desde la comunidad abandonada

Enero 2020

Por: Alexandra Ivanova/Mauricio Rivera

Hace más de 40 años, era un pueblo donde los productores de café y maíz se levantaban en la madrugada para continuar con su faena y vivían sus alegrías y tristezas. Hoy en día, solo el viento se escucha donde antes se celebra la misa y donde los niños reciben las clases, la vegetación se apodera de lo construido por el hombre.

Monterrey de Rivas es uno de los pueblos fantasma que se esconden entre las montañas de Pérez Zeledón. Conozca más en nuestro nuevo reportaje de la sección Vueltas de la Vida.

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A la orilla del peligro

June 11, 2020

La Playa de Daniel Flores, un barrio en el paso de las tormentas

Noviembre 2016

Por: Alexandra Ivanova/Mauricio Rivera

A finales del año pasado, la zona Norte y la zona Sur de Costa Rica estuvieron seriamente afectadas por el Huracán Otto.

Este desastre natural no dejó tumbas secuelas en Pérez Zeledón, Costa Rica, sin embargo, en este cantón hay comunidad donde los pobladores viven en peligro de inundación durante cada época lluviosa.

Sin embargo, los habitantes de Daniel Flores continúan con su vida, a pesar de vivir varios huracanes y tormentas tropicales.

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Mamás en acción

June 11, 2020

Fotorreportaje especial para el Día de la Madre

Agosto 2016

Por: Redacción

 Obligaciones laborales, oficios domésticos, pasatiempos y cuido de sus hijos y familiares, son unos de los elementos del mosáico de la vida de nuestras madres.
Para rendir homenaje a todas las valientes señoras que de una u otra forma luchan por sacar adelante sus familias, nuestra cámara captó a ocho madres diferentes en distintos momentos de su vida cotidiana.

A doña Flor Salazar Azofeifa, agricultora, madre de 18 hijos y vecina de Piedras Blancas de Río Nuevo, Pérez Zeledón, la encontramos en el Almacén El 5 Menos, junto con su esposo, Hormidas López Porras, mientras estaban haciendo sus compras (ojo a la foto de portada).

"Siempre espero que mis hijos me visiten, aunque ahora cuesta reunirlos todos," dijo doña Flor con una sonrisa. Para doña Flor y don Hormidas, lo más importante para ser padres de una numerosa familia, es creer en Dios y dar amor y cariño a todos los hijos, nietos y biznietos.

A pesar de experimentar 18 partos, la madre de familia asegura que aún tiene fuerzas para trabajar en un proyecto de turismo rural, atender las necesidades de su gran familia y ayudar a su esposo en sus labores agrícolas.

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La vida de doña Paula Borbón Fallas, quien vive en El Jardín, ha sido llena de arduo trabajo en el campo y mucha preocupación por sacar adelante a sus hijos.
Sin embargo, con el transcurrir de los años, esta madre de familia mantiene su espíritu de luchadora y aprovecha el tiempo libre para disfrutar de la naturaleza.
Una de las grandes pasiones de doña Paula, son las flores, sobre todo, las dalias que la agricultora cultiva en su jardín, según se puede observar en esta imagen, compartida por su hija, Ligia Rojas Borbón.

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Según consideran algunas personas, ser madre de un hijo con discapacidad, es una tarea muy difícil, pero Flor María Castro A. piensa de manera diferente, por lo que su hija, Susana Solís, quien nació con un problema en su columna, está luchando por superarse y cuenta con el apoyo de su familia.
Hace 19 años, un grupo de médicos del Hospital Nacional de Niños, le informaron a doña Flor sobre la enfermedad de su hija recién nacida y destacaron que la niña nunca podrá caminar. Sin embargo, a pesar de este triste pronóstico, Castro siempre ha motivado a su hija a que siga adelante.
Hoy en día, Susana, quien es la menor de sus 5 hijos, se ha logrado independizarse mucho con la ayuda de una silla de ruedas, lo mismo que de un programa, desarrollando por el Concejo Nacional de Rehabilitación.
“Para nuestra familia, la palabra “inválido” no existe. Sin embargo, es diferente ser madre de un hijo especial que de un niño sin discapacidad, ya que toda madre tiende a proteger y los niños especiales, a veces se sienten sobreprotegidos. No obstante, lo más importante es amar a su hijo y aceptarlo tal como es”, expresó Castro.

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De la misma forma que las madres cuidan y atienden a sus hijos pequeños o enfermos, los hijos se hacen cargo de cuido de las madres que tienen algún problema de salud, que les impide caminar y realizar todos los oficios domésticos.
Este es el caso de doña Ligia Mora M., vecina de General Viejo, quien desde hace 22 años está cuidando a su mamá, doña Clementina Montero Mena pues la adulta mayor se tiene que desplazar en una silla de ruedas.
Así encontramos a la madre e hija saliendo del templo católico de La Linda, después de terminada la misa en honor a la Virgen de Los Ángeles.

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Acompañar a su hija durante sus actividades deportivas y observar sus logros, es muy importante para doña Patricia Solís Camacho, vecina de La Hermosa de General.
Según dijo doña Patricia a la Revista Pasacalles, ella o su esposo siempre acompañan a su hija, Fátima Ureña Solís, durante sus entrenamientos de atletismo en el Polideportivo de Pérez Zeledón.

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A doña Luzmilda Solís Rodríguez, madre de tres hijos y vecina de Tierra Prometida, la encontramos en la terminal de buses, Mercado Municipal de Pérez Zeledón.
En el momento cuando la Revista Pasacalles captó esta imagen, doña Luzmilda estaba en su puesto de trabajo, vigilando el ingreso de personas al baño público.

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Una de las amas de casa, que aún conservan los secretos de la preparación de comidas típicas y reúnen toda la familia durante las fechas especiales, es vecina de Barrio San Luis, doña Ana Aguilar Rubí.
En el momento que la encontró nuestra cámara, doña Ana estaba repartiendo la sopa entre varios hijos y nietos que la llegaron a visitar.

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 El tema de amamantar a los bebés en lugares públicos, ha generado muchas discusiones durante los últimos años. No obstante, para la joven madre, Andrea Morales, vecina de Quepos, es parte de la vida y la naturaleza de un ser humano.
A esta joven la encontramos en el Paradero Nahomy en Quepos, acompañada de su esposo, José Joaquín Fernández e hijos, Jackson y Ángelo.

Este fotorreportaje fue posible realizar gracias a nuestros patrocinadores:

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