Artesana y emprendedora nicaragüense hace su vida en el territorio indígena Térraba-Brӧran
Por: Alexandra Ivanova
Corrían los años 90, cuando la tierra nicaragüense vivía sus primeros años de paz tras más de una década de una de las guerras civiles más sangrientas de Centroamérica. Cientos de personas abandonaron su patria en busca de una vida mejor, huyendo de la crisis económica y el desempleo. Una de ellas fue la joven Rosibel Hernández Chavarría, a quien su destino la llevó al territorio indígena Térraba-Brӧran, donde formó su hogar y se hizo parte de una familia indígena costarricense.
Las orillas del río Grande de Térraba, el sonido de caracol que se escucha en el pueblo durante el juego tradicional El Toro y la Mula y el sabor de tamales de arroz, todo esto se ha convertido en la parte de la vida cotidiana para Rosibel Hernández.
Hoy en día, es una mujer emprendedora y madre de familia, que se identifica con los problemas socioeconómicos que está enfrentando el territorio indígena Térraba-Brӧran, en Buenos Aires de Puntarenas. Este es el lugar donde Rosibel vive junto a su esposo e hijos, pero la tierra que la vio nacer fue Nicaragua.






Hernández, contó a la Revista Pasacalles que nació en Barrio Pedro Joaquín Chamorro, en el centro de la ciudad de Rivas, en el sur de Nicaragua. El motivo principal que la hizo salir del país fue el desempleo.
“Cuando tomé la decisión de salir del país, en Nicaragua sucedió un cambio político. Doña Violeta Barrios de Chamorro llegó a la presidencia y encontró el país devastado por la guerra civil. La situación estaba muy difícil, había mucho desempleo, por lo que tuve que salir del país para buscar trabajo”, contó Rosibel.
Al llegar a San José, la joven comenzó a trabajar como cocinera y ha adquirido mucha experiencia en varios restaurantes.
“Me gusta mucho cocinar, por lo que trabajé mucho en sodas y restaurantes. Aprendí a preparar muchas comidas que antes no conocía y encontré las patronas buenas que me enseñaron mucho. No me costó aprender a preparar los platos sencillos, pero la comida que se prepara en los restaurantes finos es más complicada. Pero también me la juego”, dice Hernández con una sonrisa.
Mientras vivía y trabajaba en San José, Rosibel conoció a su futuro esposo, Volmar Rivera Villanueva y se fue a vivir con él en su pueblo natal, Térraba de Buenos Aires de Puntarenas.
“Me identifico con este pueblo”, dice madre de familia
La nueva etapa en la vida de Rosibel empezó cuando se quedó viviendo en el territorio indígena Térraba-Brӧran, donde vive la familia de su esposo. Ahora Hernández tiene 26 años de vivir en la comunidad.
La familia Rivera Hernández desarrolla un proyecto de turismo rural, Centro Etnoturístico El Descanso, con la colaboración de otros familiares; además, Volmar elabora las máscaras tradicionales indígenas y otros productos artesanales. Sus hijos asisten a los centros educativos de la localidad, mientras que el hijo mayor de Rosibel está realizando sus estudios superiores en el extranjero.
En los tiempos de pandemia, Rosibel y su esposo también preparan comidas tradicionales y el jabón artesanal para vender en la Feria del Productor Indígena, que se realiza en la comunidad cada 15 días.
“Aquí he aprendido muchas cosas, pero no puedo decir que haya mucha diferencia entre nuestras culturas. En Nicaragua hay muchos problemas sociales y las personas están en desacuerdos con el gobierno y aquí esto también sucede. Las etnias indígenas en Nicaragua enfrentan muchas dificultades en sus comunidades, mientras que aquí también hay problemas en los territorios indígenas, por lo que me identifico con ellos”, destacó.
Asimismo, añadió que su abuela paterna pertenecía a la etnia indígena Miskito, por lo que también tiene raíces indígenas.
Rosibel asegura que, para ella, no ha sido difícil adaptarse a la vida cotidiana en un pueblo costarricense.
“Por supuesto que hay cosas diferentes. En Nicaragua no hacen el juego de El Toro y la Mula, tampoco preparan los tamales de arroz y la artesanía es diferente. Pero a pesar de esto, tenemos muchas cosas en común”, resaltó.
Hernández, agregó que ha vivido diferentes experiencias, tanto buenas como tristes y dolorosas, inclusive sufrió de una agresión durante el conflicto entre padres de familia que se presentó en el liceo de la comunidad en el año 2012 y dejó 12 heridos. No obstante, la tierra de los Brӧran ahora es su hogar.
“La pandemia ha afectado muchas familias costarricenses, sobre todo, a los que vivimos de turismo, pero siempre estamos luchado por salir adelante”, finalizó la madre de familia.
Nicaragüenses en Costa Rica
Según los resultados del Censo Nacional del 2011, la diáspora nicaragüense es la más grande en el país y está representada por 385.899 personas.
La inmigración nicaragüense en Costa Rica es un fenómeno que inició en los tiempos de la colonia, no obstante, su mayor pico se presentó entre los años 1990 y el 2000. De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos y la Dirección General de la Migración y Extranjería, los conflictos bélicos, la crisis económica y los daños producidos por los desastres naturales fueron los motivos más frecuentes que hacían a las personas a salir del país.
La inmigración nicaragüense representa un 9% de la población de Costa Rica y un 74,6% del total de inmigrantes residentes en el país.
También hay una gran cantidad de los hogares binacionales, donde uno de los cónyuges es nicaragüense. De acuerdo con los datos del Ministerio de Salud, en el país hay 295.456 personas que viven en hogares binacionales.
Un 36.8% de personas nacidas de padres nicaragüenses nacieron en Costa Rica, mientras que un 62.6% nacieron en Nicaragua y un 70.6% son hijos de un padre o madre costarricense.